Por Luciano Filpo
En la presente semana se ha dado apertura al año escolar, periodo que coloca a muchos padres y madres en una situación de apuros financieros debido al costo de los útiles escolares, no obstante la promesa de la entrega gratuita de libros y uniformes por parte del ministerio, de manera particular para aquellos que asisten a los centros educativos públicos.
La clase media que envía sus hijos a las escuelas privadas vive sobregirada con el pago de matrícula, transporte y útiles escolares.
Una parte de los colegios privados son bilingües y esto tienen un costo adicional en el pago. La educación primaria y secundaria es más costosa que la educación universitaria.
No obstante el costo del servicio educativo, la calidad queda entre dicho, en los estudios y rankings mundiales, la educación dominicana aparece en los últimos lugares en tópicos referidos a la lectoescritura, razonamiento lógico matemático, conocimiento científico y ahora el comportamiento ético ciudadano.
La escuela dominicana está llena de retos y desafíos: eficientizar el cuerpo docente, producir aprendizajes significativos, contrarrestar la indisciplina y la violencia intraescolar, cambiar las relaciones de poder en los entornos áulicos, mejorar los procesos de lectoescritura, promover destrezas del pensamiento crítico. Promover procesos innovadores y creativos acordes con la sociedad postmoderna. Como en otros años, la cotidiana lucha entre la ADP y el ministerio aún sigue presente.
El ministerio se empecina en nombrar los nuevos maestros por contratos, no obstante la existencia de un banco de profesores que han ganado concurso, pero que las autoridades educativas regatean designarlos en las aulas, violando la ley general de educación.
También el gremio magisterial promete incidental el inicio del año escolar si no se pagan los incentivos acordados por concepto de la evaluación docente. El proceso de evaluación ha sido tortuoso, poco transparente y coloca en una posición poco deseada a la mayoría de educadores.
La condición salarial del docente ha mejorado, pero todavía no es suficiente para que el educador desarrolle una vida digna y consagrada a su profesión. La mayoría de docentes no devenga mil dólares en doble jornada y esto resulta insuficiente para mantener estándares de consumo y el acceso a medios tecnológicos necesarios para eficientizar la profesión y la docencia.
También el gremio magisterial, el cual tiene perdida la batalla de la opinión pública, por los recurrentes paros de la docencia, perjudicando a los alumnos; enfrenta al ministerio y al sector privado, quienes están inmerso en un proceso de revisión y potencial modificación de la Ley General de Educación, la 66-97, y amenazan con observar el proceso de jubilación y/o pensión de los educadores, por considerar que hay supuestos privilegios en la pensión del docente.
El maestro dura treinta años para adquirir una pensión mientras que los políticos sin ningún mérito se asignan pensiones millonarias, que constituyen una afrenta, burla y sorna artera contra el resto de la población humilde y sin cómplice en la estructura del Estado.
Hay que crear leyes e instituciones creíbles, respetables y fuertes, capaces de ser observadas por esos políticos que con una visión patrimonial medran en la estructura de la burocracia estatal de forma parasitaria. Es muy ostensible observar que la inversión del 4% en educación ha sido más para negocios que para asuntos pedagógicos: compra de solares, edificaciones de escuelas, desayuno escolar y uniforme escolar regional, hace un año que se está hablando de esa indumentaria, pero son compañeros del partido gobernante quienes suplieron los tejidos y los mismos no tuvieron tiempo para armar sus zonas francas y suplir la ropa de alrededor de tres millones de estudiantes, todo se piensa en función del beneficio que esto puede generar a los militantes del partido de gobierno.
La capacitación y actualización del magisterio continúa siendo la cenicienta en la lista de prioridades del Ministerio de Educación. Un taller rutinario y monótono no es suficiente para generar empatía, creatividad e innovación. Hay que comprometer a las universidades a formar programas de capacitación capaces de generar intereses en el profesorado. En la escuela dominicana reclama un compromiso colegiado del profesorado, del ministerio de educación, y de los empresarios y la sociedad civil para crear un entorno acorde con las transformaciones que requiere la educación.
No ha sido suficiente el aumento de la inversión, los baches, las deficiencias en asuntos lógicos y formativos, desfase en la formación del maestro, la anacronía de la escuela con el mundo laboral y ciudadano, la incapacidad de las autoridades y el sector empresarial para propiciar un currículo que resulte pertinente a las exigencias de la educación para el siglo XXI.
Siguen teniendo pertinencia los denominados pilares de la Educación planteada por la UNESCO cuando establecía que, en el siglo XXI, la educación debe procurar alcanzar cuatro pilares: Aprender a ser; Aprender a hacer; Aprender a convivir y Aprender a desaprender. Estos pilares son la dinámica para el discurso de la educación por competencia. La escuela dominicana esta ante todos estos desafíos y retos de cara a alcanzar la formación de sujetos libres, cooperativos, creadores, democráticos y participativos.
El autor es: Doctor en Educación